jueves, 5 de abril de 2012

LAS DOS SIEMBRAS





—Buen labrador, ¿qué siembras?
El labrador levantó la vista y respondió:
—Siembro mansedumbres, siembro resignaciones, santas virtudes que tienen el privilegio de abrir las puertas del cielo a los que sufren con paciencia las torturas de la miseria y los castigos de la tiranía.
Así habló el labrador, y, suspirando, reanudó su tarea entregando al surco la simiente y sus lágrimas.
Pasaron los siglos, y el labrador, encorvado, sembraba, sembraba.
—Buen labrador, ¿qué siembras?
El labrador levantó la vista y respondió:
—Siembro mansedumbres, siembro resignaciones, santas virtudes que por el amor tienen que suavizar las mano del tirano. ¡Nada como el amor para ablandar los corazones de los malos!
Así habló el labrador, y, suspirando, fue depositando en el surco la simiente y sus lágrimas.
Pasaron los siglos, y el labrador, encorvado, sembraba, sembraba.
—Buen labrador ¿qué siembras?
El labrador levantó la vista y respondió:
—Siembro mansedumbres, siembro resignaciones, santas virtudes que salvarán a la humanidad de la miseria y la esclavitud.
Así habló el labrador, y, suspirando, continuó entregando al surco la simiente y sus lágrimas.
Pasaron los siglos, y siglos de siglos, y siglos de siglos de siglos y el labrador sembraba, sembraba, sembraba sus santas virtudes, y la miseria y la esclavitud continuaban siendo el premio a la resignación y a la mansedumbre hasta que la fuente de sus lágrimas se secó, y sus ojos, libres de la venda del llanto, pudieron ver con claridad. Los dirigió al espacio, y no vio más que astros, astros y astros, soles como el que nos alumbra y tierras como la que habitamos. ¡La Tierra está en el cielo! —gritó. La Tierra forma parte del cielo, —añadió—, y sintió que algo se desplomaba en el fondo de su ser: era la fe en lo sobrenatural que es una cadena más fuerte que la cadena de hierro. Comprendió entonces, que otra tenía que ser la semilla que había de sembrar e inclinado sobre el surco sembraba, sembraba, sembraba.
—Buen labrador, ¿qué siembras?
El labrador levantó la vista y respondió:
—Siembro rebeldías. La simiente santa que ha de conquistar para el hombre este paraíso que llamamos tierra. La rebeldía del pensamiento derribo los tiranos del cielo; la acción rebelde derribará los tiranos de la Tierra.
Así habló el labrador, y, reanudando su tarea, se perdió en el horizonte sembrando, sembrando, sembrando la santa semilla de la Anarquía.

Ricardo Flores Magón

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